Parece que siempre cuento historias tristes pero es que en nuestro trabajo se ve mucho dolor, aunque me gusta pensar e intentar abrir camino a la esperanza.
El otro día en una guardia de menores atendí a un chaval de 14 años que había agredido a sus padres. Unos padres rotos de dolor porque no pueden ya con la situación, un chaval roto también porque quiere a sus padres pero «no se puede controlar» y nadie les ayuda, el chico necesita una medicación pautada en un centro pero no hay recursos para gente sin recursos y entonces alguien les dice:
«denúncialo y así lo meten en un centro terapéutico»
y entonces al chico lo detienen como a vulgar delincuente, pero no esa no es la solución, cuando llegan a fiscalía buscando ayuda se dan cuenta de que las opciones para su hijo no son nada halagüeñas, el chico no es un delincuente sólo es una persona con un trastorno de conducta que necesita un tratamiento adecuado que sólo se encuentra por vía privada (4.000€/mes). Quién puede pagar eso?
Y ahí estamos la Fiscal ( de una humanidad como pocas) los padres y yo, los tres llorando viendo que ninguna de la opciones jurídicas solucionará el problema.
Pero siempre hay esperanza si te encuentras con personas que aman su trabajo como esta fiscal y se encuentra una vía de escape. una salida más favorable, una ayuda donde toda ayuda es poca.
Qué gran aprendizaje me llevé, eso es lo bueno que no dejas de aprender.
foto: @avogado6
fuente: twiter